El arte de un frasco (Parte 1)





En este número me atreveré a compartir con ustedes uno de los recuerdos más bellos de mi infancia y es que a l igual que muchas niñas solía jugar con muñecas haciendo de las habitaciones de los adultos un impresionante país, soñaba que mi muñeca viajaba por todo el mundo, de esa forma la cocina bien podría ser Italia por ejemplo, el tocador de mi mamás solía convertirse en una sala de arte donde su perfumería formaba parte del acervo escultórico del país que en turno le tocara representar a su recámara, con el tiempo uno se entera de que esculturas reales fueron fuente de inspiración para botellas de perfumes y que están íntimamente relacionadas con sus creadores, tiempos artísticos y en algunos casos incluso políticos. Recordaremos que en sus inicios el acceso al baño diario y las fragancias corporales no eran de dominio público, solo los reyes, nobles y adinerados comerciantes portaban prendas deliciosamente perfumadas, múltiples piezas de perfumería fueron creadas para preservar las fragancias por más tiempo.

Con el tiempo la competencia entre perfumeros aumenta, haciendo necesario crear substancias sólidas como los pommandres, que se guardaban entre las ropas, las casas también se aromatizaban usando los llamados “pajaritos de Chipre” especies que se echan al fuego para recibir un olor agradable y corregir la malignidad del aire que al quemarse, echan a volar poco a poco al igual que los pájaros, de ahí el nombre.
En si los frascos o perfumeros en un principio eran formas simples para facilitar el almacenaje del precioso liquido, era en la etiqueta en donde se concentraban los creadores para identificar, distinguir y dotar con ella de lujo al frasco sin chiste.

Como consecuencia de una sociedad decididamente modernista al surgir el "Art Nouveau" (Arte Nuevo) empecinado en luchar contra la tristeza y la banalidad de la producción en masa, encuentra su inspiración en la observación y en la sublimación de la naturaleza, un gran gusto por la línea, por los modelos orientales y japoneses y por el culto a la mujer cuya sensualidad y ágiles formas de su cuerpo se encuentran en perfecta armonía con la estética de 1900, tiempo en el que el arquitecto decorador Héctor Guimard concibe para el perfumista Millot, un frasco de vidrio moldeado con líneas sinuosas y asimétricas que le confieren una estética totalmente innovadora inaugurando así la primera colaboración entre un diseñador y un perfumista.

Aún cuando la colaboración más celebre corresponde a François Coty y el vidriero René Lalique que comercializaron Ambre Antique en un frasco con superficies sutilmente trabajadas. Desde ese momento, el perfume adquiere un verdadero estatuto de obra de arte cuyo nombre y frasco evocan la fragancia.

"Ofrezca a una mujer el mejor producto que pueda preparar, preséntelo en un frasco perfecto con una bella simplicidad pero con un gusto impecable, haga que se pague por él un precio razonable y nacerá un gran comercio como nunca se ha visto"
François Coty

Pero la revolución llega cuando el gran modisto Paul Poiret, que libera a la mujer del corsé, impone el perfume como parte integrante del aderezo femenino. Concibe él mismo los frascos de sus perfumes, compuestos por Henri Alméras, confiando el embalaje a los "Ateliers de Martine"

“Cada frasco se convierte en "Objeto de arte largamente compuesto para estar en completa afinidad y en profunda armonía con el perfume que encierra"
Paul Poiret

Surge la necesidad de pasar rápidamente de la fabricación artesanal de los perfumes a escala industrial. Por lo que se usan materiales como la opalina, cristal de aspecto lechoso imitando el ópalo, piedra preciosa opaca o translúcida muy apreciada en el siglo XIX; para obtener un cristal overlay, se desliza sobre el frasco colocado en lo alto de un puntel una fina capa del color que se desea dar al overlay.
La técnica del cristal cerámico o del sulfuro consiste en incluir un camafeo en porcelana en un frasco de cristal……

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