Neceseres
Las cuentas de Lazare Duvaux mencionan que se entregó un neceser a Luis XV que contenía lo necesario para el aseo y también los accesorios útiles para tomar un almuerzo ligero.
Al lado de estos imponentes neceseres, nacen, a lo largo de este siglo que Voltaire llamaba "el siglo de las pequeñeces", a una proliferación de deliciosas y encantadoras "baratijas" que incluían estuches, frascos y neceseres que se encuentran en los bolsillos de las damas elegantes. En los neceseres de bolsillo se encuentra la minúscula reproducción del aseo portátil, donde los frascos, embudo, mondaoídos, raspa lengua y finalmente tablillas de marfil llenas de mensajes tiernos se encajan con minuciosidad en su pequeño espacio. De forma cúbica o contorneado, de piedra, oro o de piel de pescado curtida, su interior siempre está forrado de terciopelo o de seda. Se utilizan tanto en los sorteos reales como para hacer regalos de cortejo o como objetos de intercambios entre las diferentes Cortes de Europa. 
Los cofres de caoba y cobre realizado por Palma, ebanista en París, comprende alrededor de cincuenta objetos incluyendo frascos de aseo, polveras, tarros de ungüento y también piezas de porcelana decoradas de la Manufactura de Outrequin de Montarcy.
Según las Memorias de la Señora Campan, este objeto había sido encargado oficialmente por la reina en 1791 para su hermana, la Duquesa de Sajonia-Teschen. Sin embargo, según el testimonio de la doncella de la reina, estaba previsto que formase parte del equipaje de la familia real en la huida que terminó en Varenne. Aunque fue embargado en 1794, con el propósito de llevarlo a la Casa de la Moneda para fundir la plata.
